El Cuadro

Ricardo Olave
2 min readJul 13, 2020

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San José de la Mariquina. 1945. Pedro Peralta muere fulminantemente de un ataque cardiaco con tan solo 37 años. Francisca, su hija mayor, en ese minuto pierde su infancia de un parpadeo. Junto con vivir con la temprana despedida del hombre de sus sueños, la niña de 7 años debe asumir el rol de protectora de su clan familiar. De a poco, aprenderá en silencio el oficio de empleada doméstica, el que la llevará a abandonar su pueblo para ir a buscar suerte a la ciudad. El trabajo no es de su agrado, pero acepta su destino. Pasan los años.

Francisca se casa y es madre de 8 niños. Su vida se divide entre alimentar a su familia y limpiar los hogares de otros. Ella es feliz, porque en los lugares donde ordena en silencio es tratada como una igual. Su vida no cambia mucho hasta que cuando sobrepasa los 60 años, y su cuerpo no le funciona como antes, es invitada a jubilar. La Cheno, la matriarca del hogar que cuidó y salvó de las tenacidades del polvo, decide como ofrenda por sus servicios entregarle un regalo. Un cuadro en desuso es la recompensa por los años de servicio. Por supuesto que para Francisca es una pieza elegante, que acepta con gusto y que cuelga con orgullo en una de las paredes de su casa. La pintura, que en uno de sus costados tiene una firma inentendible con la fecha de 1977, muestra un bergantín en pleno viaje a mar abierto. La pieza armada en un cuadro de nogal queda ahí como reflejo de su historia.

Temuco. 2020. 75 años después de la muerte que marca el destino de Francisca, su nieto, Ricardo, contempla el cuadro como único método de escape ante una crisis que se le escapa de sus manos. El cielo azul, las gaviotas volando y la intensidad de las olas que mecen a la embarcación, son pequeños elementos que el descendiente piensa al cerrar sus ojos tras mirar la pintura. Un paisaje de una aventura escondida en la mente de un hombre encerrado.

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